Al abrigo de las plantas
«Museo Histórico de Vendée» (Les Lucs-sur-Boulogne, Francia) de Michel Joyau y Paysage & Lumière.
Durante cientos de años hemos construido a placer según hemos ido aumentando nuestras necesidades demográficas, pero en pocas ocasiones hemos reflexionado suficiente sobre el impacto que esta ocupación del suelo tendría sobre el territorio.
La vegetación se rige por ciclos de crecimiento y latencia, y éstos no se detienen aunque aparezcan uno o cientos de edificios en un determinado lugar. Sin un correcto y permanente mantenimiento, la mayoría de construcciones, especialmente las pequeñas y rodeadas de terreno, acabarían por sucumbir a la proliferación de todo tipo de organismos vegetales que con el paso del tiempo acabarán por convertirse en sus habitantes permanentes.
Dicho de otro modo, la vegetación transforma y consume las construcciones de igual modo que las urbanizaciones transforman el territorio y su vegetación. Sin embargo, los/as arquitectos/as continuamos tratando de dar respuesta a la necesidad innata del ser humano de mantener cierta conexión permanente con un entorno natural.
«PLANAR HOUSE» (São Paulo, Brasil) de Marcio Kogan.
Con la excepción de algunos/as grandes maestros/as de la arquitectura, frecuentemente se ha dividido la manera de afrontar la relación entre la vegetación y la arquitectura de dos formas diferentes: por un lado, la vegetación en el interior de las edificaciones y, por otro lado, la vegetación en el exterior y su diálogo con el interior a través de la comunicación visual que favorecen las aberturas en fachada.
Pero existe un tercer camino de relación entre vegetación y arquitectura que se está consolidando entre los diseños más vanguardistas, se trata de la vegetación como revestimiento, como segunda piel de la edificación.
Antes de profundizar en este tipo de utilización de la vegetación, vamos a tratar de definir de forma clara y en pocas palabras las virtudes de un correcto empleo de la vegetación en su forma más habitual. La cantidad y tipología de vegetación dentro de los edificios es un asunto muy a tener en cuenta hoy en día ahora que la calidad del ambiente interior está tan regulada.
Las plantas tienen la capacidad de depurar el aire, y no sólo de CO2, sino de muchos otros tóxicos presentes en un ambiente interior cotidiano como son los formaldehídos, el benceno o los tricloroetilenos, todos ellos reconocidos por la agencia EPA, la OMS y la NASA como muy nocivos para la salud. Es más, su presencia junto con materiales higroscópico, ayudan a regular de forma natural la humedad relativa del ambiente algo altamente recomendable en espacios interiores.
El impacto de la vegetación en los revestimientos exteriores es tan importante a nivel psicológico y estético como fisiológico, pero este artículo sólo habla del primero de estos aspectos. La incorporación en el diseño de un edificio del espacio adyacente y su vegetación ayudará sensiblemente al proyecto a potenciar y equilibrar su volumetría, a controlar la aproximación al edificio, y a crear determinadas áreas de la vivienda con una relación especial con el exterior.
«Casa Aalto» (Helsinki, Finlandia) de Alvar Aalto.
Arquitectos como Alvar Aalto o Arne Jacobsen fueron auténticos especialistas en la incorporación de la vegetación a sus diseños, tanto en interiores como en exteriores.
Pero fue Le Corbusier uno de los arquitectos contemporáneos que hicieron una apología más fuerte en favor del control del territorio urbanizado. Su propuesta de una arquitectura vanguardista a la vez que respetuosa con el entorno natural, era la de crear cubiertas ajardinadas que, en la medida de lo posible, restituyesen en el territorio la parte de suelo que el edificio había sustraído a la naturaleza.
Es evidente que el desarrollo tecnológico de la época limitaba considerablemente la viabilidad de semejante propuesta, pero de algún modo representaba la voluntad del colectivo de arquitectos/as de, algún día, lograr un revestimiento vegetal para sus edificios. Y ese día ya ha llegado.
Los edificios son capaces de “vestirse” con fachadas y cubiertas vegetales de plantas autóctonas que varían en función del lugar donde hayan sido construidos.
Las virtudes de los revestimientos vegetales van mucho más allá de lo meramente estético.
Estos revestimientos vivos permiten controlar, de forma extraordinaria, las pérdidas de calor de la construcción, sobre todo en cubiertas, reduciendo sensiblemente la inversión en acondicionamiento térmico del edificio.
«Convento de la Tourette» (Éveux, Francia) de Le Corbusier.
Como sabemos, la vegetación precisa de un grueso mínimo de tierra para su crecimiento, es habitual que en cubiertas de viviendas unifamiliares el sustrato no exceda de los 20cm aproximadamente ya que, junto con el resto de componentes de la cubierta (impermeabilización, filtro, drenaje etc.), puede convertirse en un conjunto demasiado grueso y, una vez regado, demasiado pesado.
Es precisamente esta capa de unos 25-40 centímetros de tierra y vegetación la que otorga a la vivienda un manto de muy altas prestaciones térmicas. Por un lado, en invierno, el conjunto actúa como un grueso aislamiento térmico, es como decir que la cubierta del edificio en lugar de estar en contacto con un aire exterior a temperaturas bajo cero, lo está con un material que no baja de los 10°C si el espesor es suficiente. Lo que permite que las pérdidas de calor sean mínimas y, por tanto, el gasto en calefacción también lo sea en justa correspondencia.
Por otro lado, en verano, el aire exterior puede estar a 40°C mientras que el manto vegetal seguramente no pase de los 15°C de forma que, otra vez, la vivienda gastará mucho menos en acondicionamiento térmico.
Es más, el propio hecho de regar el revestimiento vegetal refrigerará la vivienda puesto que el agua, en su proceso de evaporación, absorbe grandes cantidades de calor de su entorno. En resumen, la tierra vegetal, a partir de ciertos espesores, varía muy poco su temperatura a lo largo del año.
«Casa RD» (Jarabacoa, República Dominicana) de VASHO.
Revestir una vivienda de materia vegetal rebaja el diferencial de temperatura de los 40°C (entre -5°C y 35°C) a los escasos 10°C o 15°C con cubierta ajardinada. Si medimos en superfície estos diferenciales se dispararán puesto que la cubierta vegetal, a través de la humedad, también refrescan su ambiente más inmediato. Un pavimento asfaltado puede estar cerca de los 80°C en un día caluroso mientras que el manto vegetal de una cubierta ajardinada no pasará de los 35°C.
Otra gran virtud de este tipo de revestimientos es la alta capacidad de absorción acústica y aislamiento acústico por su composición porosa y los múltiples materiales, de diversa densidad, que el sonido debería de atravesar para alcanzar el interior de la vivienda.
En conclusión, podemos afirmar que la arquitectura ha dado un paso más en su voluntad de devolver al ser humano el contacto con aquello que anhela y que, durante demasiado tiempo, las ciudades han ido arrebatándole. Es el momento de “desurbanizarlas” y de devolverles paulatinamente la proporción adecuada de presencia vegetal que merecemos y necesitamos sus habitantes.
¡Hasta la próxima entrada de blog!